La
información periodística
en
la sociedad tecnológica
El siglo XIX es considerado, históricamente, un hito
importante de la modernidad. Con
la revolución industrial —producto en gran medida de la invención y posterior
adaptación de la máquina de vapor a los procesos productivos— se comenzó a
gestar una nueva sociedad con ciudades populosas y nuevos patrones de
vida. El periodismo no sólo fue
testigo de ese cambio significativo, sino un actor fundamental. La adaptación de la máquina de vapor a
la imprenta del Times de Londres cambió, para siempre, la concepción del
periódico y de la industria de la información de actualidad. A partir de ese entonces, la prensa se
alejó rápidamente del periodismo de opinión y se adentró en lo que se ha
conocido desde entonces en el “periodismo objetivo”, fuente primaria de la
industrialización de la prensa y génesis de la comunicación social moderna.
Pero si el siglo XIX representó la línea divisoria entre un
antes y un después en materia de desarrollo socioeconómico gracias a la
tecnología, el siglo XX debería ser bautizado como la centuria
tecnológica. Este período fue
testigo del desarrollo vertiginoso de tecnologías que emergieron
rudimentariamente en los años de 1800 y, lo más importante, del surgimiento de
muchas nuevas que cambiaron para siempre la concepción del “hábitat social” de
los seres humanos. El telégrafo,
el teléfono, el cine, el automóvil, la radio y la televisión fueron algunos de
los acontecimientos tecnológicos —casi en cadena— que, paulatinamente, fueron
moldeando la sociedad moderna, la sociedad tecnológica.
Hoy convivimos con la tecnología. Ella se ha apoderado de nuestro entorno. Hacia donde volteemos —dentro de
nuestro hogar o fuera de él— la podemos ver: neveras electrónicas, microondas,
televisores, teléfonos —inalámbricos o no—, equipos compactos de sonido
digital, video grabadoras en DVD, automóviles con computadoras centrales, PDA, celulares… Por eso hablamos hoy de la civilización
tecnológica.
Pero el ser humano contemporáneo no sólo se ha venido
interesando, desde mediados del siglo XX, por los artefactos y sistemas
tecnológicos que mejoran su vida, sino fundamentalmente por los avances
científicos en el área médica que luego, gracias a la tecnología, se
transforman en medicinas y dispositivos dispensadores de salud. Son muchas las personas, en ese
sentido, que permanentemente están pendientes de lo que los medios informan
sobre los nuevos logros en materia de combate del cáncer, el sida u otros
males.
De modo que la ciencia y la tecnología, en la sociedad
contemporánea, son elementos de profundo interés para los seres humanos y, por
tanto, objeto de atención de la prensa moderna. Es decir, en la actualidad la ciencia y la tecnología son
áreas de especialización periodística, por eso la mayoría de las escuelas de
Comunicación Social incluyen, en sus programas de enseñanza del periodismo,
temas relacionados con estas especialidades, y por eso también los principales
medios de comunicación destinan espacios específicos para las informaciones
sobre estas áreas.
Sin embargo, como siempre suele suceder, hay quienes asumen
una posición bastante crítica en torno al interés que los medios han venido
demostrando hacia estas áreas. Muchos
consideran que no es el adecuado, ya que los espacios destinados a las noticias
provenientes de los sectores científicos y tecnológicos son, proporcionalmente,
insignificantes frente a los que se destinan a otras especialidades, incluso
algunas que, desde el punto de vista social, tienen menor trascendencia.
Esto se hace mucho más evidente en el caso de la
informática, la cual ha venido influyendo de manera dramática en la vida de los
pueblos en las últimas dos décadas.
Sin el desarrollo de lo que hoy se conoce como TI —Tecnología de
Información— no se hubiesen podido desarrollar áreas tan sensibles para la vida
de las sociedades modernas como la medicina, las comunicaciones y el
transporte.
Informática y noticia
El periodismo moderno —ese que comenzó a gestarse a raíz de
la Revolución Industrial, a mediados del siglo XIX— basa toda su acción en tres
principios básicos o esenciales: novedad, actualidad e interés social. Esos son los denominados “atributos” de
la noticia, sin los cuales ningún hecho es susceptible de ser procesado
periodísticamente. Esos atributos
o principios esenciales del periodismo tienen una fuerte vigencia en
prácticamente todos los “acontecimientos tecnológicos”.
Pero, igualmente, el periodismo trabaja con una “escala de
valores” que permite jerarquizar, por orden de importancia o impacto en la
sociedad, los diversos hechos.
Esos valores son denominados “factores de la noticia” y tienen una
estrecha relación con los aspectos psicológicos que suelen impactar al ser
humano. Entre los factores
noticiosos —los cuales se acercan a la decena— destacan dos que son de
extraordinaria importancia: consecuencia y progreso. Ambos factores suelen estar presentes en prácticamente la
totalidad de los hechos informáticos.
¿Acaso los avances en TI —las nuevas tecnologías, los nuevos
dispositivos basados en nuevas generaciones tecnológicas— no tienen una
incidencia directa en la vida de la sociedad? Manuel Calvo Hernando, autor de uno de los principales
textos sobre periodismo científico, afirma que la ciencia y la tecnología se
han “convertido en la característica dominante de la humanidad y, por tanto, su
reflejo en los medios informativos es, o debería ser, la Gran Noticia, la
fuente para la difusión de unas informaciones que tratan de explicar las claves
del presente y del futuro”[1].
Las dos últimas décadas vividas en el mundo en materia
tecnológica testifican el protagonismo que la TI ha tenido y tiene en el curso
de los acontecimientos de la humanidad (los buenos y los malos). No puede concebirse el desarrollo de
nuevas tecnologías sin un impacto directo en la sociedad. Lo hemos visto en el pasado —tanto
remoto como reciente— y lo seguiremos viendo en el futuro. No hay tecnología neutra o inocua. Su aparición siempre, de manera inevitable,
produce una consecuencia —positiva o negativa— y, por eso, no puede ser obviada
por la prensa. De hecho, si se
dimensionara en su justa magnitud, se revertiría una tendencia que se ha
observado en el periodismo venezolano desde mediados de la década de los 90 del
siglo pasado: la reducción dramática de los espacios en los medios
especialmente destinados a la información sobre TI. En efecto, en los últimos 15 años, las secciones de
informática no sólo se han reducido sino que, de hecho, han desaparecido. En la actualidad estas informaciones, a
pesar de su altísima potencialidad noticiosa, han sido confinadas a las páginas
de negocios y a los espacios de relaciones públicas de los medios.
La tecnología ha sido y seguirá siendo noticia. Su impacto social así lo impone, a
pesar de que muchas veces los avances en esta área están asociados a marcas y
productos, lo que no suele ser muy del agrado de los medios aún apegados a los
criterios y pruritos del viejo periodismo, aún fuertemente prevaleciente.
Hoy no se concibe ninguna sociedad moderna sin el apoyo de
la informática. De hecho, el uso
de las computadoras y sus valores asociados —como Internet, por ejemplo— han
pasado a ser parámetros fundamentales para la medición de los niveles de
desarrollo de los pueblos. Y esa
realidad no puede ser ignorada por el periodismo contemporáneo. En esta era cibernética, sin duda
alguna, el impacto social de la tecnología es enorme; tan inmenso que, muchas
veces, hasta la imaginación de las mentes más privilegiadas en la ciencia
ficción no han podido conmensurar su alcance en un futuro relativamente
cercano. Pero una cosa sí es
cierta, su dimensión, su complejidad, seguirá alimentando los espacios
informativos de los medios de comunicación social porque el ser humano,
inquisidor por naturaleza, se seguirá sintiendo fascinado por un mundo que no
deja de cambiar, que no deja de retarlo en su capacidad de entendimiento y
adaptación a las nuevas propuestas de cambio, en todos los órdenes, de su
entorno dentro de esta fascinante civilización tecnológica en la que vivimos.
ECL
[1] CALVO
HERNANDO, Manuel. Civilización tecnológica e información. Pág. 25. Editorial Mitre, Barcelona, España, 1982.
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