martes, 14 de noviembre de 2017

¿“Fact-Checking” al rescate?

La Nueva Pesadilla del Periodismo


Resumen

Desde el punto de vista histórico, el periodismo nunca había estado en una situación de riesgo tan crítica como la de ahora. Pudo superar los desafíos del pasado porque eran específicos, puntuales. Sin embargo, en la actualidad se ha configurado un escenario sumamente complejo en el cual convergen varios factores de riesgo, destacándose de manera especial el fantasma de las redes sociales.


El periodismo, a lo largo de su historia, ha pasado por diversas etapas en las que se ha visto en serias dificultades. A partir de los años 20 del siglo pasado, la radio le complicó su existencia, al competir ventajosamente en el terreno de la inmediatez noticiosa. Luego, en los años 40 y 50, la televisión le arrebató el protagonismo en el terreno de lo dramático y sensacional. Más recientemente (en la década de los noventa), Internet —esa curiosidad tecnológica que abrió una nueva dimensión “virtual”: el ciberespacio— comenzó a minar lenta y progresivamente sus ya mermadas audiencias.  En cada una de esas situaciones, los agoreros predijeron el fin del periódico y, con él, el de toda la “industria” de la información de actualidad.

Obviamente eso no sucedió; pero el periodismo tuvo, en cada caso, que reinventarse. En lugar de poner énfasis —como lo venía haciendo desde sus inicios como industria informativa— en lo anecdótico y simple; en lo inmediato y fugaz, se centró en lo reflexivo y trascendente. Dirigió, entonces, su atención hacia aquellos hechos que, aun pareciendo simples, poseían una carga potencial de efectos positivos o negativos en la sociedad. Igualmente, se esforzó en explicar aquellas circunstancias en las que los acontecimientos se suscitaban, uno tras otro, sin que la gente entendiera su significado.

Ese fue el escenario en el que aparecieron y se fortalecieron modalidades informativas más sólidas como el Periodismo Interpretativo, y emergieron medios impresos con contenidos elaborados especialmente para ayudar a sus lectores a entender el entorno noticioso, altamente fragmentado por un flujo incontrolado de relatos sobre hechos inconexos y sin justificación aparente. Ése, en particular, fue el caso de la revista Time.

No obstante, el Periodismo enfrenta en la actualidad un reto histórico distinto y potencialmente más peligroso. No porque sea, de manera específica, mayor que el representado por la radio, la televisión o Internet; sino porque es complejo y múltiple. Ya no compite con cada uno de ellos. Prácticamente lo hace con todos a la vez. Además, las circunstancias adversas van más allá. Se enfrenta a un monstruo multi-cefálico que ahora incluye la progresiva disminución en los ingresos por publicidad, y la dramática y sostenida reducción de las audiencias (McChesney y Nichols, 2010) cada vez más embelesadas por los servicios informativos digitales a su medida y, en muchos casos, gratuitos.

Lo más lamentable es que, en esa lucha por su sobrevivencia, el periodismo ha descuidado algunas de sus tareas fundamentales relacionadas con la explicación del acontecer de actualidad. Sus esfuerzos se han diluido en la búsqueda de vías que le permitan seguir garantizándose un lugar en el interés de los públicos cada vez más atrapados en las redes sociales. Pero ha fallado, una y otra vez, en su pretensión, debido a que se ha empeñado en utilizar las mismas técnicas y estrategias de sus “adversarios”.

Sin embargo, su mayor falla —desde el punto de vista profesional— ha sido el evidente descuido de su responsabilidad de, sistemáticamente, verificar los hechos y la confiabilidad de las fuentes; así como su alejamiento de la labor como intérprete de la realidad. De allí que algunos sectores periodísticos, en el mundo occidental, hayan planteado el concepto del “Fact-Checking” que, aunque no se refiere La Nueva Pesadillaa algo nuevo, busca exigirles a los periodistas el cumplimiento de su obligación fundamental de comprobar los hechos.

De modo que, por cosas del azar y de manera paradójica, la grave situación coyuntural que hoy enfrenta el periodismo podría ofrecerle, a la vez, una tabla de salvación. Si atiende los reclamos de los especialistas e interpreta adecuadamente las nuevas necesidades de los públicos en relación a la explicación y clarificación de los hechos planteados en el torrente informativo virtual de las redes sociales y el ciberespacio, podría no sólo sobrevivir, sino, una vez más en su historia, salir fortalecido. Todo dependerá de su capacidad para evolucionar y reinventarse.




References

McChesney, Robert W. and Nichols, John. The Death and Life of American Journalism. Nation Books, New York, NY, 2010.

Meyer, Philip. Precision Journalism. Indiana University Press, Bloomington, USA, 1979.


"Fact-Research" to the rescue?

The New Nightmare of Journalism


Abstract

From a historical point of view, journalism had never been in a situation of risk as critical as it is now. In the past, it was able to overcome the challenges of its opponents because they were single, specific, and punctual. However, now it has to confront a very complex scenario in which several risk factors converge, including the ghost of social media that stand out in a very special way.



Journalism, historically, has gone through several periods in which it has had to manage serious troubles. From the 20s of the last century, the radio complicated its life, competing advantageously with it in the field of news immediacy. Then, in the 40s and 50s, television took away journalism’s leading role in the field of dramatic and sensational messages. More recent (in the nineties), the Internet began to reduce slowly and progressively newspaper audiences. In each case, the doomsayers predicted the end of newspapers and the entire industry of current information.

Obviously, that did not happen; but journalism had to reinvent itself. After that, it had to change its information strategies. Instead of emphasizing —as it had been doing since the beginning of the modern news industry— its reporting task on the anecdotal and simplicity of the issues, it focused its work on the reflective and transcendent of the facts. In other words, it turned his attention to those events that, while appearing simples, had a potential burden of positive or negative effects on society. Likewise, it looked for clear explanations of the circumstances in which the facts were complex or confuse for readers.

That was the scenario in which more solid informative modalities, such as Interpretive Journalism, appeared, and in which emerged strengthened printed media oriented to help readers understand their news environment, highly fragmented by an uncontrolled flow of unrelated and unconnected facts. That, in a particular way, was the case of Time magazine.

However, journalism currently faces a different and potentially more dangerous historical challenge. Not because that risk be, individually, greater than those represented by radio, television or Internet; but because it is so complex and multiple. It no longer competes with each of them. It practically fights against all of them simultaneously. In addition, the adverse circumstances to journalism go further. It now has to fight a multi-cephalic monster that includes the progressive reduction in advertising revenue and the dramatic and sustained decrease in audiences (McChesney and Nichols, 2010).

In its struggle for survival, journalism has neglected some of its tasks related to the explanation of current events. His efforts have been diluted in the search for ways that allow it to continue guaranteeing a place in the interest of the public increasingly seduced by social media.

In that sense, the biggest journalism’s fault, from a professional point of view, has been failing in its responsibility to verify facts and investigate the veracity and consistency of the sources' statements, as well as his interpretative and analytical function of reality. That is the reason why some journalistic experts, in the Western world, have enunciated the concept of “Fact-Checking” that, although it does not refer to something new, is very important because tries to request reporters accomplish their duty of verify facts.


So, by venture and paradoxically, the serious situation that journalism today confronts could offer it, at the same time, a lifesaver platform. If it attends the claims of the news reporting specialists and adequately interprets the new needs of the public, about explanation and clarification of the overwhelming information stream of social networks and cyberspace, it could not only survive; but, once again in its history, it can be remained strengthened. Everything will depend on its ability to evolve and reinvent itself.