sábado, 16 de diciembre de 2017

In Search of a News Strainer Reporter

Journalism Is Going Into the “Re-Information” Age

Enrique Castejón-Lara


Abstract

The explosive emission of information through the social media has generated an extreme confusion in society. People need help to understand what is really happening in their countries and the world, and also to evade fake news. So, contemporary journalism has to provide a new type of reporter capable to analyze that information mess and provide trusty versions of what social media reflect.


The overwhelming stream of information generated by the increasing users of blogs, Web sites, and social media has been producing in the last decade a terrible communicational concern on people. Present-day society is immersed in a torrent of uncontrolled data that, usually, include fake news and unconfirmed facts. That means that journalism is going, formally, into the “re-information” era. Every day, reporters have to search intensively among an enormous quantity of messages to try unveiling truth.

In this new mass communication scenario, the traditional press reporter feels lost, confuse, and unfit. In fact, some technology fanatics have predicated the end of newsmen, and journalism itself.

Question is, who is nowadays prepared to clean up that huge information mess? Nobody, I am sure, expected this massive and uncontrolled data flow that is generated by billions of people worldwide. On the contrary, some media and news agencies are right now appealing to “robotic” software to minimize the effect of data saturation and fake information. That is the case of Reuters, which is using its “News Tracer[1]” system to identify last minute affairs on Twitter and other social media reducing research time and inaccuracies.

However, the accelerated information environment change will require a new kind of professional that can classify, organize, and interpret all data that come from anywhere, including from the “intelligent robots.” That job cannot be assumed by the “spontaneous news men,” usually called “citizen reporters,” that continuously transmit information through social media.

Nowadays, most Mass Communication Schools around the world are making changes in their curricula to adjust key journalism courses to the new reality, but they mainly are doing that to give to their students the necessary skills and tools to use social media. Nevertheless, it is necessary that academic institutions take a historical step forward, and begin the training of a new generation of reporters capable to become, in this crushing torrent of data that has been generated by the cyberspace, a sort of guards that protect a stunned society from confusing reports and fake news diffusion. They should be smart enough to take the information from the social media data storm and process it to give to the audiences confirmed and trusted stories. That means, journalism is right now at the beginning of a “re-information” age.


[1] http://www.media-tics.com/noticia/7830/Medios-de-Comunicaci%C3%B3n/reuters-automatiza-identificaci%C3%B3n-noticias-twitter.html

martes, 14 de noviembre de 2017

¿“Fact-Checking” al rescate?

La Nueva Pesadilla del Periodismo


Resumen

Desde el punto de vista histórico, el periodismo nunca había estado en una situación de riesgo tan crítica como la de ahora. Pudo superar los desafíos del pasado porque eran específicos, puntuales. Sin embargo, en la actualidad se ha configurado un escenario sumamente complejo en el cual convergen varios factores de riesgo, destacándose de manera especial el fantasma de las redes sociales.


El periodismo, a lo largo de su historia, ha pasado por diversas etapas en las que se ha visto en serias dificultades. A partir de los años 20 del siglo pasado, la radio le complicó su existencia, al competir ventajosamente en el terreno de la inmediatez noticiosa. Luego, en los años 40 y 50, la televisión le arrebató el protagonismo en el terreno de lo dramático y sensacional. Más recientemente (en la década de los noventa), Internet —esa curiosidad tecnológica que abrió una nueva dimensión “virtual”: el ciberespacio— comenzó a minar lenta y progresivamente sus ya mermadas audiencias.  En cada una de esas situaciones, los agoreros predijeron el fin del periódico y, con él, el de toda la “industria” de la información de actualidad.

Obviamente eso no sucedió; pero el periodismo tuvo, en cada caso, que reinventarse. En lugar de poner énfasis —como lo venía haciendo desde sus inicios como industria informativa— en lo anecdótico y simple; en lo inmediato y fugaz, se centró en lo reflexivo y trascendente. Dirigió, entonces, su atención hacia aquellos hechos que, aun pareciendo simples, poseían una carga potencial de efectos positivos o negativos en la sociedad. Igualmente, se esforzó en explicar aquellas circunstancias en las que los acontecimientos se suscitaban, uno tras otro, sin que la gente entendiera su significado.

Ese fue el escenario en el que aparecieron y se fortalecieron modalidades informativas más sólidas como el Periodismo Interpretativo, y emergieron medios impresos con contenidos elaborados especialmente para ayudar a sus lectores a entender el entorno noticioso, altamente fragmentado por un flujo incontrolado de relatos sobre hechos inconexos y sin justificación aparente. Ése, en particular, fue el caso de la revista Time.

No obstante, el Periodismo enfrenta en la actualidad un reto histórico distinto y potencialmente más peligroso. No porque sea, de manera específica, mayor que el representado por la radio, la televisión o Internet; sino porque es complejo y múltiple. Ya no compite con cada uno de ellos. Prácticamente lo hace con todos a la vez. Además, las circunstancias adversas van más allá. Se enfrenta a un monstruo multi-cefálico que ahora incluye la progresiva disminución en los ingresos por publicidad, y la dramática y sostenida reducción de las audiencias (McChesney y Nichols, 2010) cada vez más embelesadas por los servicios informativos digitales a su medida y, en muchos casos, gratuitos.

Lo más lamentable es que, en esa lucha por su sobrevivencia, el periodismo ha descuidado algunas de sus tareas fundamentales relacionadas con la explicación del acontecer de actualidad. Sus esfuerzos se han diluido en la búsqueda de vías que le permitan seguir garantizándose un lugar en el interés de los públicos cada vez más atrapados en las redes sociales. Pero ha fallado, una y otra vez, en su pretensión, debido a que se ha empeñado en utilizar las mismas técnicas y estrategias de sus “adversarios”.

Sin embargo, su mayor falla —desde el punto de vista profesional— ha sido el evidente descuido de su responsabilidad de, sistemáticamente, verificar los hechos y la confiabilidad de las fuentes; así como su alejamiento de la labor como intérprete de la realidad. De allí que algunos sectores periodísticos, en el mundo occidental, hayan planteado el concepto del “Fact-Checking” que, aunque no se refiere La Nueva Pesadillaa algo nuevo, busca exigirles a los periodistas el cumplimiento de su obligación fundamental de comprobar los hechos.

De modo que, por cosas del azar y de manera paradójica, la grave situación coyuntural que hoy enfrenta el periodismo podría ofrecerle, a la vez, una tabla de salvación. Si atiende los reclamos de los especialistas e interpreta adecuadamente las nuevas necesidades de los públicos en relación a la explicación y clarificación de los hechos planteados en el torrente informativo virtual de las redes sociales y el ciberespacio, podría no sólo sobrevivir, sino, una vez más en su historia, salir fortalecido. Todo dependerá de su capacidad para evolucionar y reinventarse.




References

McChesney, Robert W. and Nichols, John. The Death and Life of American Journalism. Nation Books, New York, NY, 2010.

Meyer, Philip. Precision Journalism. Indiana University Press, Bloomington, USA, 1979.